domingo, 3 de mayo de 2009

Fernando Savater: La voluntad en Nietzsche y en Schopenhauer

Nietzsche fue, inicialmente, seguidor de la obra de Arthur Schopenhauer, de quien toma la imagen del cosmos como voluntad que lucha por desear, por extenderse, que arrolla todo a su paso y que no surge de una razón organizadora, sino más bien del impulso ciego. Pero, a diferencia de Schopenhauer, que ve esto como una especie de dolor, Nietzsche considera que sí hay sufrimiento pero también hay alegría, una profunda exaltación. Schopenhauer ve el juego de la voluntad desde el individuo y constata que la voluntad se vale de él para sus propios fines y luego lo aplasta sin miramientos. El resultado es un irrenunciable pesimismo: la vida es dolor porque es deseo; y el deseo tiene como únicos destinos la insatisfacción o el hastío. Nietzsche, en cambio, considera que el yo es una ilusión y entonces adopta un punto de vista descentrado para contemplar el juego que eternamente fluye de las fuerzas que componen la voluntad de poder. Este juego se le aparece, pues, como gozoso. Para Schopenhauer la voluntad es una -es la cosa en sí que el universo es-, mientras que para Nietzsche no hay más que infinitas y fugaces puntuaciones de voluntad, cuyas tensiones y choques son las que constituyen toda entidad perceptible o pensable.
Nietzsche cumplió y superó la profecía de Schopenhauer. Vio ese mundo que regresa, ese girar de los eones, de los deseos, de los impulsos humanos. Pensaba que de todo eso podemos ir obteniendo una superación y una exaltación. Para él, la visión cósmica de la danza del devenir es motivo de celebración.

(Fernado Savater: La tarea de pensar)

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