miércoles, 18 de febrero de 2009
Descartes. Vigencia y actualidad de su pensamiento.
René Descartes (1596-1650), es un pensador indispensable en el proceso
de desarrollo de la filosofía de occidente. Es común atribuirle la fundación
de la corriente llamada Racionalismo, sistema que postula la razón como
principio de todo conocimiento tanto teórico como práctico y con el cual la
filosofía del Renacimiento alcanza su punto más elevado.
Bertrand Russell consideró a Descartes, en su momento, como el fundador
de la filosofía moderna, pues según él: “Descartes es el primer pensador de
alta capacidad filosófica cuya perspectiva está profundamente influida por la
nueva física y la nueva astronomía. Es verdad que aún conserva mucho de
escolástico, pero no acepta los cimientos edificados por sus predecesores y
se esfuerza por construir ex novo un edificio filosófico completo. Esto ya no
ocurría desde la época de Aristóteles y es un síntoma de la nueva confianza
que los hombres tienen en sí mismos, engendrada por el progreso científico.
En su trabajo encontramos un frescor que no se halla en ningún filósofo
precedente –aunque sean notables- desde los tiempos de Platón. Durante
este periodo de tiempo los filósofos habían sido maestros, con la actitud de
superioridad profesional que lleva consigo ese atributo. En cambio,
Descartes no escribe como un maestro, sino como un descubridor y un
explorador, ansioso de comunicar aquello que ha encontrado. Posee un
estilo fácil y nada pedante que se dirige a todos los hombres inteligentes del
mundo y no a alumnos. Además, se trata de un estilo realmente excelente.
Es una fortuna para la filosofía moderna que su pionero haya poseído un
estilo literario tan admirable. Sus sucesores, tanto en el continente como en
Inglaterra, conservaron hasta Kant su carácter no profesoral, y bastantes
de ellos conservaron también algunos de sus méritos estilísticos” (Citado
por Reale y Antiseri: 305).
En efecto, Descartes al comunicar los descubrimientos a los que había
llegado a través de sus indagaciones, no pretendía en modo alguno
imponerlos como modelos que habrían de seguirse al pie de la letra sino,
simplemente, exponer cuáles había sido los conocimientos que había
obtenido y, sobre todo, cuál era la forma en que había llegado a ellos. En
una parte del Discurso del Método se lee: “Mi propósito no es enseñar el
método que cada uno debe adoptar para conducir bien su razón; es más
modesto, se reduce a explicar el procedimiento que he empleado para
dirigir la mía. Trato de reformar mis pensamientos, sólo los míos; mi
propósito es el de levantar el edificio de mis ideas y de mis creencias sobre
un edificio exclusivamente mío. Si mi obra me ha agradado lo suficiente
como para que me decida a presentaros el modelo, no por eso trato de
induciros a que me imitéis. Posible es que algunos tengan propósitos más
elevados que los míos; seguro que muchos calificarán de atrevido mi
designio” (Descartes: 15).
Con justa razón se ha dicho de Descartes que es el fundador de la
filosofía moderna pues, a partir de él, la filosofía asumirá una actitud de
abierta crítica al pensamiento filosófico heredado de la Edad Media en donde
Dios era el fundamento por antonomasia. Descartes, en cambio, somete a
una dura crítica la tradición filosófica y pone en entredicho todos los
conocimientos previamente aprendidos, logrando estructurar un nuevo
saber filosófico y científico que ya no tiene como centro y fundamento a
Dios, sino al hombre y la razón humana.
Descartes, al hablarnos acerca del método que ha descubierto, hace un
claro énfasis afirmando que lo mejor de su método es que ha sido
construido partiendo exclusivamente de su razón y no de otra cosa: “Lo
más ventajoso de este método era, a mi juicio, la seguridad de que mi
razón intervenía como principalísimo elemento en la labor científica,
desechando prejuicios y rutinas, preocupaciones tradicionales y errores
arraigadísimos que obscurecen la inteligencia, interponiendo un velo entre
ella y la verdad” (Descartes:17).
La importancia de Descartes en la historia del pensamiento filosófico es
tal que, aún hoy, su vigencia no está en entredicho, pues su pensamiento
abre una nueva etapa en la indagación y reflexión filosófica que se opone al
oscurantismo de más de diez siglos, impuesto por el cristianismo y, más
concretamente, por la iglesia católica italiana. Así, al igual que aquellos
primeros filósofos de Mileto que se atrevieron a ir en contra de la tiranía del
pensamiento teológico de Homero y Hesiodo trayendo la primera
“Ilustración” de la humanidad, Descartes logra hacer triunfar nuevamente la
razón por encima del pensamiento supersticioso que todo se lo atribuye a
un ente supremo omnipotente y omnisapiente.
Cierto es que el poder político y económico de la iglesia católica italiana
en tiempo de Descartes estaba aún en su pleno apogeo, así como su
capacidad de reprimir, hasta con la muerte, a todo aquél que se atreviera a
hacer algún planteamiento diferente que se opusiera a los designios de
“dios”, (el filósofo Vanini había sido quemado por la llamada Inquisición
apenas en 1619, mientras que Galileo había sido condenado también por
ella misma en 1633), él mismo por esos tiempos decide no publicar su
“Tratado del Mundo”, seguramente previniendo una reacción parecida por
parte de la iglesia romana. Razón de más para considerar a Descartes no
sólo un pensador auténtico y revolucionario debido a lo fresco de su
planteamiento, sino incluso un pensador con la suficiente valentía como
para intentar comunicar su pensamiento a sabiendas del peligro de muerte
que corría, gracias al oscurantismo e intolerancia imperante.
Razones de actualidad son aquellas que permiten decir que el
pensamiento de Descartes está bien porque todavía da que pensar.
Descartes es actual, en primer lugar, por que nos encontramos hoy en una
situación de discordancia de opiniones similar a la de su tiempo. A el le llevo
a plantear el problema del fundamento y a afirmar el ajuste de todas las
cosas al nivel de la razón.-- La segunda razón de la actualidad es la
inversión aplicada sobre el modelo aristotélico de conocimiento. Ella hace
posible el nacimiento y legitimación de las nuevas ciencias.-- La tercera
razón es la inversión metafísica que aquí se considera centrada en la
libertad y el poder de la razón. Una y otro trazan el radio de acción del
hombre moderno y precisan sus riesgos
de desarrollo de la filosofía de occidente. Es común atribuirle la fundación
de la corriente llamada Racionalismo, sistema que postula la razón como
principio de todo conocimiento tanto teórico como práctico y con el cual la
filosofía del Renacimiento alcanza su punto más elevado.
Bertrand Russell consideró a Descartes, en su momento, como el fundador
de la filosofía moderna, pues según él: “Descartes es el primer pensador de
alta capacidad filosófica cuya perspectiva está profundamente influida por la
nueva física y la nueva astronomía. Es verdad que aún conserva mucho de
escolástico, pero no acepta los cimientos edificados por sus predecesores y
se esfuerza por construir ex novo un edificio filosófico completo. Esto ya no
ocurría desde la época de Aristóteles y es un síntoma de la nueva confianza
que los hombres tienen en sí mismos, engendrada por el progreso científico.
En su trabajo encontramos un frescor que no se halla en ningún filósofo
precedente –aunque sean notables- desde los tiempos de Platón. Durante
este periodo de tiempo los filósofos habían sido maestros, con la actitud de
superioridad profesional que lleva consigo ese atributo. En cambio,
Descartes no escribe como un maestro, sino como un descubridor y un
explorador, ansioso de comunicar aquello que ha encontrado. Posee un
estilo fácil y nada pedante que se dirige a todos los hombres inteligentes del
mundo y no a alumnos. Además, se trata de un estilo realmente excelente.
Es una fortuna para la filosofía moderna que su pionero haya poseído un
estilo literario tan admirable. Sus sucesores, tanto en el continente como en
Inglaterra, conservaron hasta Kant su carácter no profesoral, y bastantes
de ellos conservaron también algunos de sus méritos estilísticos” (Citado
por Reale y Antiseri: 305).
En efecto, Descartes al comunicar los descubrimientos a los que había
llegado a través de sus indagaciones, no pretendía en modo alguno
imponerlos como modelos que habrían de seguirse al pie de la letra sino,
simplemente, exponer cuáles había sido los conocimientos que había
obtenido y, sobre todo, cuál era la forma en que había llegado a ellos. En
una parte del Discurso del Método se lee: “Mi propósito no es enseñar el
método que cada uno debe adoptar para conducir bien su razón; es más
modesto, se reduce a explicar el procedimiento que he empleado para
dirigir la mía. Trato de reformar mis pensamientos, sólo los míos; mi
propósito es el de levantar el edificio de mis ideas y de mis creencias sobre
un edificio exclusivamente mío. Si mi obra me ha agradado lo suficiente
como para que me decida a presentaros el modelo, no por eso trato de
induciros a que me imitéis. Posible es que algunos tengan propósitos más
elevados que los míos; seguro que muchos calificarán de atrevido mi
designio” (Descartes: 15).
Con justa razón se ha dicho de Descartes que es el fundador de la
filosofía moderna pues, a partir de él, la filosofía asumirá una actitud de
abierta crítica al pensamiento filosófico heredado de la Edad Media en donde
Dios era el fundamento por antonomasia. Descartes, en cambio, somete a
una dura crítica la tradición filosófica y pone en entredicho todos los
conocimientos previamente aprendidos, logrando estructurar un nuevo
saber filosófico y científico que ya no tiene como centro y fundamento a
Dios, sino al hombre y la razón humana.
Descartes, al hablarnos acerca del método que ha descubierto, hace un
claro énfasis afirmando que lo mejor de su método es que ha sido
construido partiendo exclusivamente de su razón y no de otra cosa: “Lo
más ventajoso de este método era, a mi juicio, la seguridad de que mi
razón intervenía como principalísimo elemento en la labor científica,
desechando prejuicios y rutinas, preocupaciones tradicionales y errores
arraigadísimos que obscurecen la inteligencia, interponiendo un velo entre
ella y la verdad” (Descartes:17).
La importancia de Descartes en la historia del pensamiento filosófico es
tal que, aún hoy, su vigencia no está en entredicho, pues su pensamiento
abre una nueva etapa en la indagación y reflexión filosófica que se opone al
oscurantismo de más de diez siglos, impuesto por el cristianismo y, más
concretamente, por la iglesia católica italiana. Así, al igual que aquellos
primeros filósofos de Mileto que se atrevieron a ir en contra de la tiranía del
pensamiento teológico de Homero y Hesiodo trayendo la primera
“Ilustración” de la humanidad, Descartes logra hacer triunfar nuevamente la
razón por encima del pensamiento supersticioso que todo se lo atribuye a
un ente supremo omnipotente y omnisapiente.
Cierto es que el poder político y económico de la iglesia católica italiana
en tiempo de Descartes estaba aún en su pleno apogeo, así como su
capacidad de reprimir, hasta con la muerte, a todo aquél que se atreviera a
hacer algún planteamiento diferente que se opusiera a los designios de
“dios”, (el filósofo Vanini había sido quemado por la llamada Inquisición
apenas en 1619, mientras que Galileo había sido condenado también por
ella misma en 1633), él mismo por esos tiempos decide no publicar su
“Tratado del Mundo”, seguramente previniendo una reacción parecida por
parte de la iglesia romana. Razón de más para considerar a Descartes no
sólo un pensador auténtico y revolucionario debido a lo fresco de su
planteamiento, sino incluso un pensador con la suficiente valentía como
para intentar comunicar su pensamiento a sabiendas del peligro de muerte
que corría, gracias al oscurantismo e intolerancia imperante.
Razones de actualidad son aquellas que permiten decir que el
pensamiento de Descartes está bien porque todavía da que pensar.
Descartes es actual, en primer lugar, por que nos encontramos hoy en una
situación de discordancia de opiniones similar a la de su tiempo. A el le llevo
a plantear el problema del fundamento y a afirmar el ajuste de todas las
cosas al nivel de la razón.-- La segunda razón de la actualidad es la
inversión aplicada sobre el modelo aristotélico de conocimiento. Ella hace
posible el nacimiento y legitimación de las nuevas ciencias.-- La tercera
razón es la inversión metafísica que aquí se considera centrada en la
libertad y el poder de la razón. Una y otro trazan el radio de acción del
hombre moderno y precisan sus riesgos
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